El Athletic nada durante 87 minutos para ahogarse al final
El cuento tuvo final amargo, tanto nadar para morir en la orilla... Muchas son las frases que nos vienen a la cabeza para explicar lo inexplicable, que el Athletic acabara perdiendo ayer un partido que dominó de principio a fin. Los rojiblancos salieron al césped con la única intención de cercar la portería getafense...¡Y vaya si lo hicieron! los ataques y las oportunidades se sucedían una detrás de otra sin que los visitantes pudiesen ni siquiera respirar. A la media hora de juego, muchos aficionados rojiblancos empezaban a frotabarse los ojos y a clamar al cielo por la mala suerte. Otros, se desesperaban por la inoperancia arriba de los atacantes locales. Cuando se crean tantas ocasiones de gol y ninguna de ellas acaba dentro de la meta contraria, sólo hay dos posibles explicaciones. Una, que los delanteros tengan el punto de mira desviado ese día; la otra, que carezcan de punto de mira por defecto. Después de la marcha de Aduriz al Mallorca y de la falta de gol demostrada en los partidos anteriores, a más de uno nos convence más la segunda opción. No es ningún secreto que a este equipo le falta más gol, que al desierto agua para beber.
Eso lo sabían a la perfección Víctor Muñoz y los suyos, que se dedicaron a defender y a salir a la contra cada vez que pudieron. Sin embargo, no hicieron bien ninguna de las dos cosas y sólo la falta de acierto de cara al gol de los locales les permitió llegar vivos al tramo final del partido. Era el minuto 87 cuando a Casquero se le encendieron las luces y demostró los quilates que atesora en sus botas. Vió ligeramente adelantado a Iraizoz y desde aproximadamente 30 metros lanzó una sutil vaselina que dejó con un palmo de narices a todos los aficionados rojiblancos. A algunos nos entró la eterna duda: aplaudir el golazo o llorar por la desesperación. Al final, ni lo uno ni lo otro. Todos sentados en nuestros asientos viendo como un partido que presagiaba borrachera de goles acababa en pesadilla. En la tarde de ayer, el título de esta famosa saga bien podría haber sido el siguiente: Sin punto de mira.